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Carta a Miguel Guerrero.

Estimado Miguel: Con gusto leí Crónica de una Transición Fallida. Tengo que admitir que, contrario a una tradición con altísima carga de prejuicios, soy amigo de consumir el producto literario sin importar la naturaleza ideológica del autor.

Por eso, disfruto tus obras porque contribuyen a interpretar acontecimientos de la historia reciente. Y en la ocasión debo escribirte como resultado de una extraordinaria descripción que hace la periodista Leonora Ramírez sobre tu reciente libro, en las páginas 7A de fecha lunes 28 y 12a del martes 29 de septiembre del periódico Hoy, respecto de los gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), ejercidos por Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco desde 1978 hasta 1986.

Dos razones motivan mis argumentos. EI primero, es que nací en un hogar de tradición democrática que conoció y padeció las prácticas de intolerancia política, propias de una época caracterizada por el terror de Estado, y el sello distintivo era: la persecución, muerte, exilio y represión del aparato policial y militar.

En segundo orden, tengo un lazo afectivo con una organización como el PRD, disminuida en la actualidad porque el club de turiferarios que la regentea no posee conciencia histórica de su legado y menos destrezas formativas para defender sus gobiernos.

No obstante, siento la obligación de reaccionar frente a fa etiqueta de “transición fallida“ que defines en el libro.

Todo proceso de transición democrática retrata el anhelo esencial de un alto porcentaje de ciudadanos que, mediante el voto y/o por la vía de un pacto entre sus élites políticas, allanan el camino de ordenar la institucionalidad de una nación. Desde el Pacto de Punto Fijo (31 de octubre/1958) hasta el de la Moncloa (25 de octubre/1977), el factor que condujo la vuelta a un ritmo de pluralidad encontró en liquidar el autoritarismo y sus huellas, la principal aspiración ciudadana.

Por eso, guardando las distancias y reconociendo el contexto y singularidad de la llegada al gobierno del PRD en el año 1978, el cese de presos por discrepar de la verdad oficial, devolver los policías y militares a la obediencia al orden civil, no llenar las calles del país de sangre producto de la represión del régimen, respetar la labor cuestionadora de la prensa sin repetir las escenas de brutalidad como quitarle la vida a los excelsos periodistas Gregorio García Castro y Orlando Martínez, borrar el camino del exilio como norma de la gente que no coincidía con el oficialismo y respetar la voluntad popular expresada en las urnas, constituyeron las piezas fundamentales del cambio.

De ahí que, las conquistas alcanzadas, no deben calificarse de “fallidas” porque cristalizaron el deseo de las grandes mayorías nacionales.

La verdadera contribución de los dos gobiernos perredeístas (1978-1986) se concentró en edificar una nueva cultura política en el país que, al regreso de Joaquín Balaguer al poder en el año 1986, el avance y la asunción de nuevas modalidades en el ejercicio político cerraron la vía de devolvernos a etapas sangrientas.

La excepción: desaparición de Narciso González, el 26 de mayo del 1994. Reconozco mi incapacidad para “entender” tus alegatos de que durante la administración 1966-1978, existió un “proceso de pacificación en un clima de relativa libertad“.

¿Qué opinan las viudas y huérfanos de los doce años? ¿Acaso Neit Nivar, Enrique Pérez y Moncho Henríquez tenían categoría de tranquilizadores de la disidencia política?

Admito que el PRD “falló“ como resultado de que una maniobra indecorosa le impidió obtener la mayoría senatorial ganada democráticamente, pero despojada por la fuerza electoral derrotada.

Así, se controlaba el Senado e impedían una justicia independiente en capacidad de procesar los corruptos y asesinos de la época.

Inclusive, acontecimientos trágicos e injustificables como la matanza de 1984, tenían como referencia un Acuerdo Sombra con el FMI que en gran medida intentaba reordenar una economía desbordada por un orden internacional e impactada por el descenso en los precios del azúcar e incremento de precios del petróleo, que dieron sus primeras señales en el tramo final de la administración reformista.

Reconozco que las reyertas y aspiraciones de grupos que propugnaban por el control del partido y los deseos de la candidatura presidencial sirvieron de mecanismos de implosión y descenso en la estima electoral del PRD.

No obstante, la salida del poder en el año 1986, debe ser materia de «otro” modelo ”fallido* de gestión del organismo Ilamado a observar con transparencia el proceso de competencia que terminó burlándose de la voluntad popular, al amparo de un símbolo religioso que nunca disimuló su desdén al histórico partido y su figura insigne, José Francisco Peña Gómez.

Inclusive, el nivel de irracionalidad de las llamadas tendencias y la dureza del sector Jorge Blanco contra Guzmán, y Majluta colocándose políticamente, en su condición de jefe del Senado y cabeza de una corriente interna, hasta obstruir las reformas económicas planteadas por la administración 1982-86, presentaron una aguerrida modalidad de disidencia, pero una mirada al forcejeo procurando la sustitución del caudillo reformista nos obliga a recordar las dificultades de Fernando Álvarez, Víctor Gómez y Jacinto Peynado.

Finalmente, siento un desequilibrio en la interpretación de los acontecimientos históricos y políticos del país porque el relato recae tradicionalmente en circuitos intelectuales que, por su esencia y legítima carga ideológica, tienden a estructurar los hechos permeados por una óptica distinta, sesgada por el sentido de militancia del autor y/o distante de la realidad.

AI final, las nuevas generaciones podrían afectarse respecto de la certeza de lo descrito y tener un criterio distorsionado. La tarea valiosa radica en, sin esquivar la producción académica de los que no piensan igual que nosotros, impulsar como legado irrenunciable las obras y esfuerzos literarios de los que, apegados a la rigurosidad, asuman la tarea de describir la historia de la contribución liberal y progresista.

Y es que el drama parece eterno, permitir que los otros nos cuenten “nuestra“ historia. iDios nos proteja!

jenchy9suero@gmail.com

jenchy9suero@gmail.com

Jenchy Suero
Jesús Antonio Suero Castillo (Jenchy Suero), nació en San Juan de la Maguana, catedrático universitario, comunicador, economista y abogado. Ha dirigido diversas entidades profesionales y organizativas de la sociedad, etc. Jenchy Suero, conduce y produce el programa televisivo: “Primera Hora” y conduce “Panorama Social, ambos cada día de lunes a viernes en la televisión de Santo Domingo República Dominicana.

jenchy9suero@gmail.com
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Jenchy Suero Jesús Antonio Suero Castillo (Jenchy Suero), nació en San Juan de la Maguana, catedrático universitario, comunicador, economista y abogado. Ha dirigido diversas entidades profesionales y organizativas de la sociedad, etc. Jenchy Suero, conduce y produce el programa televisivo: “Primera Hora” y conduce “Panorama Social, ambos cada día de lunes a viernes en la televisión de Santo Domingo República Dominicana.
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